sábado, 17 de diciembre de 2016
DESCRIPCIÓN DE MI CAFETERÍA PREFERIDA
Es mi cafetería preferida porque siempre voy allí con mi padre.
CAPERUCITA EN MANHATTAN: Resumen del capítulo 7
Edgar Woolf, el rey de las tartas, vivía en un edificio, que era entero propiedad suya. Paseaba por rincones vacíos, e imaginaba otras cosas que se podían hacer en ese espacio, pero no servían para nada sus ideas.
El negocio, había sido primero de su abuelo, después de su padre, y por último, de él. y se titulaba "The sweet woolf", en honor a su familia.
El edificio estaba hecho con intención de parecer una tarta enorme, con dieciséis columnas de mármol color chocolate, que se iban estrechando poco a poco.
Cuando se hacía de noche, unas frutas de cristal que había en la tienda se iluminaban. Y los turistas, que prefieren retratar las cosas, les sacaban fotos. Y Greg Monroe, era el encargado de hacerlas lucir con la maquinaria. Éste, era un antiguo gran amigo de Woolf, y su mayor confidente, que se marchó de Nueva York por trabajo. Hasta que un día, Edgar necesitaba a alguien con confianza, y pensó en Greg. Y lo que no imaginaba, es q1ue iba a ser tan importante (aparte de para la maquinaria) para el dueño.
Lo cierto, es que Edgar Woolf tenía un pequeño problema con las tartas de fresa...no le salían tan bien como quisiera.
Iba en una de sus limusinas y se recorría toda la ciudad. Había caído tan bajo que había puesto anuncios e4n los periódicos diciendo que pagaría a quien le diera la receta verdadera de la tarta de fresa.
Greg era sencillo, y cuando no estaba ocupado iba a su habitación, que estaba justo arriba de la de Edgar. Pero era rato que pudiera disfrutar de su tiempo libre, ya que Edgar no le dejaba en paz.
Llegó el día, el día en que miss Lunatic iba a verle, pero no llegaba, estaba tardando mucho. Así que fue a dar un paseo, a ver si la encontraba por la calle
martes, 13 de diciembre de 2016
EL JUEVES
Un jueves por la mañana, como cualquier otro, se abre el mercadillo, "EL JUEVES", con cada uno de sus puestos. Por el principio de la cale, paseaba una mujer que todas las semanas iba, y ella ya se conocía todo eso. Al ir caminando, lo primero que vio fue un puesto un poco extraño, quizá porque nunca antes lo había visto. En él, había un señor mayor, con una larga y blanca barba, y con un traje un poco peculiar, y siguiéndole, una grande fila de personas. Ella, se puso a la cola , y cuando llegó su turno, se dio cuenta de que aquel hombre era un vidente, le leyó el futuro, y entre lo que le dijo, lo que más le sorprendió es que algo nuevo le iba a pasar ese día, según dijo él. Siguió caminando, y lo siguiente que pudo observar fue un aparado en el que una joven estaba con serpientes haciéndolas bailar al ritmo de su flauta. Justo al lado, había un hombre que vendía unas gafas que te hacían ver la realidad como fantasía, las compró, y le gustaron mucho. El próximo puesto que divisó era de un mago haciendo varios trucos. Llegó al otro extremo der la calle, habiendo pasado ya por todo lo que estaba allí, y pensó que era muy raro que los puestos hubieran cambiado tanto de un jueves a otro, pero eso sí, se lo pasó muy bien.
Pero de repente, se despertó, y se dio cuenta de que todo lo que había ocurrido era un sueño.
CAPERUCITA EN MANHATTAN: Resumen de los capítulos 5 y 6
El día del cumpleaños de Sara, fueron a comer a un restaurante chino para celebrarlo. Invitaron a los Taylor, sus vecinos, y entre ellos estaba Rod, su hijo. que a Sara no le hacía mucha gracia. A la hora de soplar las velas de la tarta, Sara pidió su deseo, volver a ver a la abuela vestida de verde. Después, comieron pastelitos de barquillo con sorpresa dentro, que era un papel con una frase. Y en la de Sara decía "mejor solo que mal acompañado", pero no se lo dijo a nadie. Y se quedó mirando al vacío, pensando en lo corto que se le había hecho el tiempo con su abuela. Ese mismo día, viernes por la noche. recibieron una llamada, en la que les decían que se había muerto el tío Josef, por un accidente de coche. Pero Sara, que no lo conocía apenas, se quedó en su casa mientras sus padres fueron al entierro, y estuvo en casa de los Taylor leyendo el libro que le3 dio la abuela sobre la estatua de la Libertad. Esta estatua, nació en Francia, a manos de Fréderic Auguste Bartholdi, que la empezó en 1874 , usando a su madre como modelo.
Cuando oscurecía, siempre veía pasar a una mujer mayor, vestida de harapos, con cabello blanco, un sombrero que le tapaba casi la cara y con un cochecito de bebés. Sabía leer el futuro en la palma de la mano. Ella era la famosa miss Lunatic. No tenía documentación que acreditase su existencia real, ni familia o residencias conocidas. Era una mujer misteriosa. La gente la quería porque no era como las personas mayores que se enrollan a hablar, sino que prefería escuchar. También recogía a gatos abandonados y les buscaba un hogar. pero sobre todo le gustaba pasear por lugares habilitados por marginados, y darles un poco de esperanza a los desesperados, a pesar de que no lo lograra y que a veces le insultaran por meterse donde no debe. Decía que de día vivía dentro de la estatua de la Libertad, y de noche, en el barrio de donde le estuvieran preguntando, haciendo compañía a solitarios como ella. Contaba que tenía ciento sesenta y cinco años.
Debido a meterse en situaciones a veces de borrachos o delincuentes, había llegado a ser sospechosa de casos muy turbios.
Un día, le propusieron darle una cantidad elevada de dinero a cambio de ser confidente de la policía, pero se indignó, no quería ser una acusica. Y en cuanto al dinero, no lo necesitaba para vivir la vida, quería tomarse la vida sin prisa y pausándose si era necesario. Ella llegó a Nueva York el mismo año en que trajeron la estatua de la Libertad.
Y al irse, se dirigió a la casa de Edgar Woolf, el rey de las tartas, para leerle la mano.
CAPERUCITA EN MANHATTAN: Resumen de los capítulos 3 y 4
A
Sara ya no le preocupaban las discusiones continuas de sus padres.
Se
imaginaba a sí misma en una especie de nido que alguien había
construido para ella en la estatua de la Libertad, y en ese punto del
mapa puso una estrellita, y en la casa de la abuela de Morningside,
que le encantaba, quizá por que era la única casa de Manhattan que
había visitado, puso otra. Se conocía perfectamente los recorridos
por los que iba el metro, las calles, los parques...
Pero
sobre todo, estaba deseando que llegaran los sábados para ir a la
casa de la abuela, aunque fuera con su madre. Todos los viernes, veía
a su madre muy contenta preparando la tarta de fresa para llevársela
el siguiente día a su madre, y era en el único momento en el que la
veía tan alegre. Y para seguir la rutina, todos los sábados justo
antes de irse, la señora Allen escribía una carta a su marido, en
la que siempre ponía lo mismo, y un sandwich de pepino.
Siempre
al ir a la casa de Rebecca, a Sara le ponía un impermeable rojo su
madre, aunque no lloviera. Se subían al metro, y comenzaba el viaje,
pero la madre de Sara no la dejaba concentrarse ni fijarse en las
muchas personas distintas a ella que habían. Y eso a ella se
molestaba, y cerraba los ojos para que su madre no la distrajera.
Ya
llegaron, y cerca de la casa de la abuela, había un parque, (llamado
igual que el barrio, Morningside) temido por todos y por el
que nadie pasaba, ya que hace años, un desconocido al que se le
conoce por "el vampiro de Bronx", cometió varios crímenes.
Al entrar a la casa, Sara miraba por la ventana del cuarto de estar,
desde allí se veía el parque. En esa habitación estaba el piano y
un sillón bastante antiguo pero que a la abuela le gustaba mucho,
hasta tenía la forma de su cuerpo marcada. Sara se sentó al frente
de su abuela para hacerle compañía, y empezó a contarle esas
historias que tanto le gustan. También le habló del "vampiro
de Bronx", y la abuela le contó que ella paseaba por
aquel parque, porque como a todos les daba miedo, era un buen sitio
en el que se sentía libre y respiraba de verdad. Cuando la
señora Allen escuchó que le estaba hablando de eso a su hija,
se enfadó, porque no le gustaba que a Sara le contara esas
cosas.
A
otro sábado, volvieron a ir a la casa de Morningside, pero al
llamar, nadie abría, entonces Vivian abrió con su llave. Al
ver que no había nadie en la casa, muy preocupada, bajó a ver si
estaba en algún bar, y Sara se quedó sola. En ese momento la niña
se puso muy alegre, porque estaba sola en la casa que tanto le
fascinaba, y sin su madre regañándole por todo. Fue al
cuarto de su abuela y en la cama, encontró unas
cartas, en una de ellas salía un hombre, mayor pero guapo,
con una estantería de libros detrás...¡Era Aurelio! Pero como Sara
sabía que su madre llegaría de un momento a otro y no quería
que viese las cosas personales de la abuela, las escondió en el
secreter, donde estaban todos los secretos. Ahí también vio un
papelito que decía la receta de la tarta de fresa, y que la
abuela fue la que enseñó a la señora Allen. Poco después
llegó la abuela, pero aún la señora Allen no, y le contó que
había estado jugando al bingo y había ganado 150$, y le dio la
mitad a Sara, junto con una bolsa, por si algún día lo necesitaba.
También le dio un libro en el que contaba quién había puesto la
estatua de la Libertad, pero enseguida llegó su madre. Y lo
mantuvieron en secreto.
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