martes, 13 de diciembre de 2016

CAPERUCITA EN MANHATTAN: Resumen de los capítulos 3 y 4

A Sara ya no le preocupaban las discusiones continuas de sus padres.
   Se imaginaba a sí misma en una especie de nido que alguien había construido para ella en la estatua de la Libertad, y en ese punto del mapa puso una estrellita, y en la casa de la abuela de Morningside, que le encantaba, quizá por que era la única casa de Manhattan que había visitado, puso otra. Se conocía perfectamente los recorridos por los que iba el metro, las calles, los parques...
   Pero sobre todo, estaba deseando que llegaran los sábados para ir a la casa de la abuela, aunque fuera con su madre. Todos los viernes, veía a su madre muy contenta preparando la tarta de fresa para llevársela el siguiente día a su madre, y era en el único momento en el que la veía tan alegre. Y para seguir la rutina, todos los sábados justo antes de irse, la señora Allen escribía una carta a su marido, en la que siempre ponía lo mismo, y un sandwich de pepino.
    Siempre al ir a la casa de Rebecca, a Sara le ponía un impermeable rojo su madre, aunque no lloviera. Se subían al metro, y comenzaba el viaje, pero la madre de Sara no la dejaba concentrarse ni fijarse en las muchas personas distintas a ella que habían. Y eso a ella se molestaba, y cerraba los ojos para que su madre no la distrajera.
    Ya llegaron, y cerca de la casa de la abuela, había un parque, (llamado igual que el barrio, Morningside) temido por todos y por el que nadie pasaba, ya que hace años, un desconocido al que se le conoce por "el vampiro de Bronx", cometió varios crímenes. Al entrar a la casa, Sara miraba por la ventana del cuarto de estar, desde allí se veía el parque. En esa habitación estaba el piano y un sillón bastante antiguo pero que a la abuela le gustaba mucho, hasta tenía la forma de su cuerpo marcada. Sara se sentó al frente de su abuela para hacerle compañía, y empezó a contarle esas historias que tanto le gustan. También le habló del "vampiro de Bronx", y la abuela le contó que ella paseaba por aquel parque, porque como a todos les daba miedo, era un buen sitio en el que se sentía libre y respiraba de verdad. Cuando la señora Allen escuchó que le estaba hablando de eso a su hija, se enfadó, porque no le gustaba que a Sara le contara esas cosas.
    A otro sábado, volvieron a ir a la casa de Morningside, pero al llamar, nadie abría, entonces Vivian abrió con su llave. Al ver que no había nadie en la casa, muy preocupada, bajó a ver si estaba en algún bar, y Sara se quedó sola. En ese momento la niña se puso muy alegre, porque estaba sola en la casa que tanto le fascinaba, y sin su madre regañándole por todo. Fue al cuarto de su abuela y en la cama, encontró unas cartas, en una de ellas salía un hombre, mayor pero guapo, con una estantería de libros detrás...¡Era Aurelio! Pero como Sara sabía que su madre llegaría de un momento a otro y no quería que viese las cosas personales de la abuela, las escondió en el secreter, donde estaban todos los secretos. Ahí también vio un papelito que decía la receta de la tarta de fresa, y que la abuela fue la que enseñó a la señora Allen. Poco después llegó la abuela, pero aún la señora Allen no, y le contó que había estado jugando al bingo y había ganado 150$, y le dio la mitad a Sara, junto con una bolsa, por si algún día lo necesitaba. También le dio un libro en el que contaba quién había puesto la estatua de la Libertad, pero enseguida llegó su madre. Y lo mantuvieron en secreto.

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