martes, 13 de diciembre de 2016

CAPERUCITA EN MANHATTAN: Resumen de los capítulos 5 y 6

   El día del cumpleaños de Sara, fueron a comer a un restaurante chino para celebrarlo. Invitaron a los Taylor, sus vecinos, y entre ellos estaba Rod, su hijo. que a Sara no le hacía mucha gracia. A la hora de soplar las velas de la tarta, Sara pidió su deseo, volver a ver a la abuela vestida de verde. Después, comieron pastelitos de barquillo con sorpresa dentro, que era un papel con una frase. Y en la de Sara decía "mejor solo que mal acompañado", pero no se lo dijo a nadie. Y se quedó mirando al vacío, pensando en lo corto que se le había hecho el tiempo con su abuela. Ese mismo día, viernes por la noche. recibieron una llamada,  en la que les decían que se había muerto el tío Josef, por un accidente de coche. Pero Sara, que no lo conocía apenas, se quedó en su casa mientras sus padres fueron al entierro, y estuvo en casa de los Taylor leyendo el libro que le3 dio la abuela sobre la estatua de la Libertad. Esta estatua, nació en Francia, a manos de Fréderic Auguste Bartholdi, que la empezó en 1874 , usando a su madre como modelo.

    Cuando oscurecía, siempre veía pasar a una mujer mayor, vestida de harapos, con cabello blanco, un sombrero que le tapaba casi la cara y con un cochecito de bebés. Sabía leer el futuro en la palma de la mano. Ella era la famosa miss Lunatic. No tenía documentación que acreditase su existencia real, ni familia o residencias conocidas. Era una mujer misteriosa. La gente la quería porque no  era como las personas mayores que se enrollan a hablar, sino que prefería escuchar. También recogía a gatos abandonados y les buscaba un hogar. pero sobre todo le gustaba pasear por lugares habilitados por marginados, y darles un poco de esperanza a los desesperados, a pesar de que no lo lograra y que a veces le insultaran por meterse donde no debe. Decía que de día vivía dentro de la estatua de la Libertad, y de noche, en el barrio de donde le estuvieran preguntando, haciendo compañía a solitarios como ella. Contaba que tenía ciento sesenta y cinco años.

   


Debido a meterse en situaciones a veces de borrachos o delincuentes, había llegado a ser sospechosa de casos muy turbios.

    Un día, le propusieron darle una cantidad elevada de dinero a cambio de ser confidente de la policía, pero se indignó, no quería ser una acusica. Y en cuanto al dinero, no lo necesitaba para vivir la vida, quería tomarse la vida sin prisa y pausándose si era necesario. Ella llegó a Nueva York el mismo año en que trajeron la estatua de la Libertad.

    Y al irse, se dirigió a la casa de Edgar Woolf, el rey de las tartas, para leerle la mano.

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